El Candelabro
Cierta vez un joven dejó a su padre y habitó en una tierra lejana durante muchos años. Al retornar a su hogar se jactaba de lo bien que había aprendido allí el arte de hacer candelabros.
Le pidió [a su padre] que invitase a todos los maestros artesanos de ese oficio [de la localidad], para demostrar así su habilidad.
Su padre invitó a todos los maestros artesanos para que viniesen a comprobar la destreza que su hijo había adquirido durante el tiempo en que estuvo lejos. Pero cuando el hijo mostró una de las lámparas (menorá) que él había hecho, todos pudieron ver que era muy fea. Más tarde el padre fue a ver [a esos artesanos] y les pidió que le dijesen la verdad. Dado que no tenían otra opción más que decirle la verdad, le dijeron que [la lámpara] era muy fea.
Más tarde el hijo se jactaba [delante de su padre], “¿No ves la sabiduría de mi oficio?”.
El padre le respondió que los otros artesanos la consideraban de muy bajo nivel.
El hijo le dijo, “Todo lo contrario. Con esta lámpara yo he demostrado mi habilidad. Yo les he mostrado a cada uno de ellos sus propias faltas. He incluido en esta lámpara todos los errores de todos los maestros artesanos locales.
Tú no comprendiste cómo es que uno consideraba que una parte era fea mientras que otra [parte] la consideraba muy bien hecha. Otro, sin embargo, consideraba esa [misma] primera parte como hermosa y maravillosa, mientras que para él era la segunda parte la que estaba muy mal hecha.
“Esto es verdad respecto de todos ellos. Lo que uno considera malo, es bueno para otro y viceversa.
“He hecho esta lámpara a partir de los errores (jesronot) y nada más, para demostrarles a todos ellos que no poseen la perfección (shleimut). Cada uno tiene una falla, dado que lo que es hermoso para uno es deficiente para el otro. Pero yo puedo, si así lo deseo, hacer una [lámpara] perfecta”.
Si la gente pudiese conocer todas las fallas y deficiencias de una cosa, podrían conocer la naturaleza esencial de esa cosa, aún sin haberla visto nunca antes.
“Grandes son las obras del Santo” (Salmos 111:2).
Ningún hombre se asemeja a otro. Adán tuvo todas las formas humanas de este mundo. Más aún, la palabra Hebrea para hombre, adam, incluye a todas esas formas. Lo mismo es verdad de todas las otras cosas. En la palabra Hebrea para designar la luz, or, se encuentran incluidas todas las luces.
Lo mismo es verdad con respecto de todo en la creación. Incluso en un bosque no hay dos hojas iguales.
[El Rebe Najmán] se explayó mucho sobre esto. Dijo entonces, “Existen sabidurías (jajmot) en este mundo que pueden [por sí solas mantener con vida a una persona]. La persona puede vivir con una sabiduría así, sin [necesidad de] comer o beber”. Luego habló en profundidad sobre este concepto.
[Los seguidores del Rebe Najmán] comentaron acerca de una persona que tuvo que vivir en una gran ciudad de gentiles durante mucho tiempo. [Esa persona] intentaba lograr allí un cierto objetivo y parecía que lo iría a alcanzar de un momento a otro. Pero finalmente debió quedarse [en esa ciudad] durante un tiempo muy largo.
[El Rebe Najmán] dijo que eso es algo que le suele suceder a las personas. Cada vez que la persona cree que va a lograr algo dice, “Ahora lo lograré”. Más tarde [dice], “Ahora sí que finalmente lo lograré”. Y esto [es algo] que sucede una y otra vez.
(Los cuentos del Rebe Najmán)
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