Lectura del 10 y 11 de Shevat del Kitzur Likutey Moharan




(likutey moharan I # 35-36)

10 Shvat

14. Incluso la persona que no puede estudiar y cuyas facultades mentales no reciben nueva vitalidad cuando lleva a cabo sus negocios de manera fidedigna -dado que no está dedicada al estudio de la Torá, que es la fuente esencial de la comprensión y del intelecto- igualmente efectúa una rectificación cuando conduce sus negocios con fe. 

Pues, aunque no se beneficia a ella misma, beneficia a otra persona que tiene la misma raíz espiritual que ella. Pues las facultades mentales de la otra persona se revitalizan en sus actividades comerciales fidedignas y así, esa otra persona, obtiene poderes mentales renovados para estudiar Torá y unirse al Creador.

15. Y esto corresponde a soplar el shofar en Rosh HaShaná. Rosh HaShaná, como es sabido, es un aspecto de “dormir”, que es un aspecto de la actividad comercial fidedigna. 

Pero los sonidos del shofar producen un despertar, que es la renovación de los poderes mentales -es decir, el intelecto y el alma de cada persona- mediante la Luz del Rostro.  
Ésta es la explicación profunda de por qué el rostro de la persona que sopla el shofar se pone rojo por el esfuerzo - es decir, [debido a que en el momento en que sopla el shofar,] se despiertan las “Luces del Rostro Superior”. Así, al oír los sonidos del shofar, cada persona, en su propio nivel, puede ser digna de traer un nuevo intelecto y una nueva alma proveniente de la Luz del Rostro.


36 - “Cuando los malvados se me acercan”
(Salmos 27:2)

1. Toda alma judía, antes de experimentar una revelación en la Torá y en el servicio Divino, es probada y refinada en el exilio de las setenta naciones - es decir, en sus deseos físicos. Para explicar: Cada una de las setenta naciones tiene algún rasgo negativo propio de esa nación, que no se encuentra en ninguna de las otras naciones. Debido a esos rasgos, esas naciones se encuentran lejos de los setenta “rostros” o “facetas” de la Torá. 

Ahora bien, “la cáscara siempre cubre al fruto” y aquel que desee comer del fruto deberá primero quebrar la cáscara. Por lo tanto, antes de recibir una revelación de comprensión -que es una revelación de Torá, dado que la Torá es la esencia de la verdadera comprensión y de la sabiduría- el alma se ve forzada al exilio -es decir, al exilio en los rasgos negativos y en los deseos físicos de las setenta naciones- para poder quebrar esos rasgos y deseos y subsecuentemente llegar a la revelación en la Torá y en el servicio Divino.

Cuando el alma está en el exilio debe clamar a Hashem, una y otra vez. Se dice que esos clamores son “setenta” en número [dado que el alma desea dejar el exilio entre las setenta naciones y entrar en los setenta rostros de la Torá], exactamente como la parturienta que está por dar a luz y clama setenta veces debido a la amarga angustia de los dolores de parto. Los setenta clamores de la parturienta corresponden a las setenta palabras contenidas en el Salmo, “Que Hashem te responda en los días de dificultad” (Salmos 20:2; Zohar III, 249), pues sin esos clamores es imposible dar a luz. Lograr una revelación en la Torá y en el servicio Divino es similar a dar a luz. Uno se hace digno de esa revelación clamando también “setenta veces”, hasta que Hashem Se apiada y le permite prevalecer y quebrar todos los deseos físicos.


11 Shvat


2. Debes saber que la prueba y el proceso de refinamiento más importante que la persona debe atravesar implica el deseo sexual. Ese deseo engloba a todos los malos deseos y rasgos negativos de las setenta naciones y de los setenta idiomas; la persona que quiebre esa pasión por el sexo podrá quebrar también con facilidad todos los otros deseos. 

Por lo tanto, cuando uno es puesto a prueba en el exilio de esa pasión, cada persona de acuerdo a su manera en particular, debe elevar la voz y clamar a Hashem no menos de setenta veces. 

En otras palabras, debe clamar a Hashem profusamente hasta que Hashem le muestre Su compasión y merezca superar y quebrar ese deseo junto con todos los otros deseos. Pues quebrar esa pasión es la rectificación general (tikún haklalí) que incluye a todo lo demás.

3. Cuanto más se haya efectuado esa rectificación general y cuanto más lejos esté la persona del deseo por el sexo, más cerca estará de una revelación de Torá. 

Lo opuesto también sucede [es decir, cuanto más deseo tenga, más alejada estará de esa revelación], Hashem no lo permita. Cuando uno supera la prueba y quiebra “la cáscara que cubre al fruto” -cuya esencia es quebrar el deseo- merece entonces dar a luz [i.e., obtener] las mentalidades [Jojmá y Biná]; de este modo se le abrirán los secretos de la Torá y se le revelarán las cosas ocultas. 

En la medida en que la persona supere esa prueba y quiebre el deseo, merecerá una gran revelación en el estudio de la Torá y en el servicio Divino.

Y en el grado en que se haya rectificado en esa área, así mismo merecerá los setenta rostros de la Torá.

4. La rectificación para los pensamientos lujuriosos consiste en decir, “Shemá Israel, Adonai Eloheinu Adonai Ejad - Escucha Israel, Adonay nuestro Elohim, Adonay es Uno”, y “Baruj Shem Kevod Maljutó Leolam Vaed - Bendito sea el nombre de Su Glorioso Reinado por siempre”

La explicación de esto es que el anhelo por el sexo deriva de las impurezas en la sangre -es decir, del bazo- y el bazo está asociado con Lilit, la “esclava malvada” y la madre de la multitud mezclada, que es el Reinado del Mal. 

Lo opuesto de Lilit es el Reinado del Cielo, la “Dama Real”, “la mujer temerosa de Hashem”(Proverbios 31:30), que es un aspecto del Mar de Salomón que se encuentra sobre las doce vacas. Esas doce vacas representan las doce tribus (Zohar I, 241)

Cuando la persona acepta el yugo del Reinado del Cielo recitando las doce palabras de los dos versículos del Shemá -que corresponden a las doce tribus y que contienen cuarenta y nueve letras, correspondientes a las cuarenta y nueve letras que conforman los nombres de las doce tribus*- entonces su alma queda incluida en las doce tribus de Israel.

* Or HaGanuz explica que en el futuro diremos, “Baruj HaShem Kevod Maljut Leolam Vaed - Bendito sea Hashem, Su Glorioso Reinado por siempre” - llevando a cincuenta el número de letras en los dos versículos del Shemá, que es el valor de la palabra IaM (mar). De manera similar, hay una cuenta alternativa de las cincuenta letras de los nombres de las sagradas doce tribus y esto es Iam shel Shlomo (Mar de Salomón).

Igualmente, al recitar el Shemá y el Baruj Shem, la persona separa su alma del alma de la multitud mezclada, que proviene de la “mujer lasciva” -la “esclava malvada”- quien es la raíz del deseo que engloba a todos los rasgos negativos de las setenta lenguas. Éste es el motivo por el cual nos cubrimos los ojos al aceptar el yugo del Reinado del Cielo al recitar el Shemá, para indicar que, de esa manera, somos como “la hermosa doncella que no tiene ojos” (ibid., II, 95), que carece del deseo que abarca a todos los rasgos negativos de las setenta lenguas.

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