Lectura del 15 de Shevat del Kitzur Likutey Moharan





(likutey moharan I # 37)

6. Es necesario ser muy cuidadosos y honrar al anciano que, de manera involuntaria, ha olvidado sus conocimientos (Sanedrín 96a). 

Mediante el honor que se le demuestra, se anula su olvido y se revela su alma - es decir, su recuerdo de la Torá. También se anulan los juicios estrictos, la oscuridad, etc., y se hace descender al mundo la luz, la bondad, la vida y la sabiduría de la Torá. Pues el honor de Hashem es la raíz de la Torá, como está escrito, “Para Mi honor Yo lo he creado” (Isaías 43:7); y dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, “No hay más ‘honor’ que la Torá” (Avot 6:3).

7. Los carniceros rituales indignos son los principales responsables de la falta de sustento - que ha disminuido en las últimas generaciones. Pues el carnicero que es digno alimenta y le da sustento al pueblo judío, porque al pronunciar con total concentración la bendición del acto de faenar, eleva el alma encarnada en el animal hacia el nivel de un “ser hablante”.

El carnicero debe concentrarse apropiadamente en el hecho de elevar el alma -que está en la sangre del animal- pues de esa manera ésta surge y se eleva hacia la Presencia Divina en el aspecto de “aguas femeninas”

Entonces, mediante esas “aguas femeninas” que ahora posee, la Presencia Divina se vuelve apta para la unión; y como resultado de esa unión, ella recibe el sustento para el pueblo judío. Es por ello que el cuchillo del carnicero es llamado maajelet(literalmente, “aquello que alimenta”), como está escrito, “Y él tomó el maajelet” (Génesis 21:10). Es decir, el cuchillo del carnicero recibe su nombre del carnicero ritual que es digno y que “alimenta” al pueblo judío.

Pero cuando el carnicero no es digno -y en el momento en que pronuncia la bendición tiene pensamientos inválidos y ni siquiera piensa en el acto- entonces, de pie con su cuchillo en la mano dispuesto a faenar el animal, se asemeja a un asesino de almas. 

Ello produce sufrimiento en el alma del animal, que clama con amargura. Pues el cuchillo de ese carnicero es “la espada del desierto” (Lamentaciones 5:9); no es la “espada de Hashem” (Isaías 34:6) -que se identifica con la Presencia Divina y con el habla- dado que no eleva el alma encarnada en el animal. 

Por el contrario, el carnicero indigno hace descender el alma desde su nivel actual -el nivel del “animal”- y ahora no tiene un lugar para descansar ni protección. ¡Ay de un carnicero así! ¡Ay del alma que ha asesinado y ha entregado a sus enemigos! Y así, la Presencia Divina no recibe las “aguas femeninas” con las cuales traer sustento a su hogar. Entonces, “Con peligro de nuestras vidas conseguimos nuestro pan, a causa de la espada del desierto” (Lamentaciones 5:9).

En otras palabras, con enorme trabajo y esfuerzo, Hashem no lo permita, y a duras penas, nos ganamos un magro sustento - todo debido al cuchillo de ese carnicero que es llamado “la espada del desierto” (dado que le entrega el alma del animal a las fuerzas de la impureza que, como es sabido, gobiernan en el desierto).

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