Lectura del 14 de Shevat del Kitzur Likutey Moharan




(likutey moharan I # 37)


4. Ahora bien, hay dos tipos de caridad: la caridad dada fuera de la Tierra de Israel y la caridad dada en la Tierra de Israel. La caridad que se les da a aquellos que habitan en la Tierra de Israel es más grande y más elevada que la que es dada fuera de la Tierra.


De manera similar, hay dos tipos de Torá, pues “La Torá que proviene de un aliento no contaminado por el pecado no puede compararse con la Torá que proviene de un aliento contaminado por el pecado”(Shabat 119b). Pues los juicios estrictos son mitigados y el mundo se mantiene sólo gracias al aliento no contaminado por el pecado de los pequeños escolares; dado que mediante ese aliento los Patriarcas se revelan en el mundo, para protegerlo. 


Al dar caridad para aquellos que habitan en la Tierra de Israel, uno se incluye en el “aire de la Tierra de Israel”, que es una y la misma cosa que el “aliento sagrado que no está contaminado por el pecado”. Así, la caridad que se les da a aquellos que habitan en la Tierra de Israel es el medio esencial para eliminar del mundo los juicios estrictos, la oscuridad, el olvido y la insensatez. Esta clase de caridad también elimina las ideologías seculares, llegándose a merecer la sabiduría de la sagrada Torá.


 Más aún, la persona se hace digna de la memoria -que es luz- y de todos los otros conceptos paralelos.


5. Por lo tanto, cada uno debe buscar para sus hijos un maestro honesto, digno y temeroso de Hashem, y rogarle a Hashem incansablemente para que el maestro de sus hijos no corrompa el aliento sagrado de los escolares, que sostiene al mundo.


 (Pues debido a nuestros muchos pecados, ahora existen sociedades educativas cuyo objetivo es enseñarles a los niños judíos el saber secular -que es estupidez y oscuridad- y también los idiomas de los gentiles (este tema está tratado en el Likutey Halajot, Hiljot Pesaj 


7). Esos estudiosos contaminan el aliento sagrado de los escolares quienes subsecuentemente llegan a crecer como ateos, heréticos y demás. Por lo tanto, el rabí Natán escribe allí [en el Likutey Halajot]: “¡Feliz aquel que se mantiene lejos de esa gente, tanto él como sus hijos!”. Todos tienen la obligación absoluta de no llevar a sus hijos a una escuela en la cual haya incluso un solo niño que siga esos malos senderos y esté estudiando el saber secular e idiomas - aunque haya aprendido todo eso en otro lugar. Pues está prohibido tener conexión alguna con esa gente).

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