Lectura del 28 de adar del Kitzur Likutey Moharan
(likutey moharan I # 57)
4. Con la ira se despierta el Gran Acusador - identificado con Esaú y Edom. Debido a este acusador superior se despiertan los acusadores y los enemigos de la persona irascible quienes descienden y la oprimen. Esto se debe a que la ira hace que la sabiduría se aleje de la persona y que la imagen Divina parta de su rostro. Su faz decae, como en, “¿Por qué te has irritado y por qué ha decaído tu semblante?” (Génesis 4,6). Una persona así no tiene un rostro humano y por lo tanto pasa de la categoría de “humano” a la categoría de “animal”.*
* Ver Ierushalmi, Nidá, citado por el Pri Jadash en Iore Dea 13, Siftei Daat: “Si toda la criatura parece un ser humano y sólo su rostro parece el de un animal, aunque esté sentada y estudiando Torá le decimos, ‘¡Ven al matarife ritual!’. Si toda la criatura parece un animal pero tiene un rostro humano, aunque esté escarbando en el campo, le decimos, ‘¡Ven a realizar el matrimonio de levirato!’”. [En otras palabras, es el rostro el que determina la identidad de todo el ser.]
De acuerdo a ello, sus enemigos tienen poder sobre ella y la oprimen, dado que les parece que es como un animal y no le tienen miedo.
5. El ayuno es un remedio para la ira, porque ayunar disipa el enojo - y éste es en verdad el principal beneficio del ayuno. Consecuentemente, en un día de ayuno el Malo tienta a la persona con mucha más insidia que en cualquier otro momento y le envía la ira para arruinar su ayuno, Dios no lo permita. Es necesario ser extremadamente vigilantes en esto y cuidarse del fuego de la ira en un día de ayuno, porque la principal función del ayuno es anular la ira. Al ayunar, la persona corrige su rostro y restaura su sabiduría, que es la imagen Divina que ilumina su semblante. Entonces todos le temerán y sus enemigos caerán ante ella.
6. Aquel que merece el deleite del Shabat -en otras palabras, que come en santidad- no necesita ayunar. Ello se debe a que mediante ese comer logra lo mismo que se obtiene con el ayuno. Mediante el deleite del Shabat, alcanza todo lo que hemos tratado más arriba.